La pusanga para el amor en las parejas.

La pusanga para el amor en la pareja.

¿Seguramente abras escuchado oír alguna vez  de la pusanga? , si es así, pues este elemento principal, que se emplea para la elaboración en algunos conjuros, es mencionado como una receta infalible para tener éxito y felicidad en la vida amorosa.

La pusanga, también conocido como la pusanga para el amor, es un elixir mágico que aumenta el poder de seducción  de la persona, haciendo uso para atraer al sexo opuesto, reconquistar o enamorar a esa persona. Siendo efectivas para atraer con el único motivo de deseo y amor.

Este elemento,  reconocida y famosa a nivel mundial por su propiedad ya mencionadas, está hecho en base muchas raíces y de diferentes plantas de la conocida y misteriosa selva del Perú y del Brasil, por sus mismos habitantes conocedores de muchos brebajes afrodisíacos como es conocido a nivel mundial.

El perfume de la pusanga original esta echa en base a los mismos ingredientes pero es mezclado con un perfume especial para poder disimular el olor y así poder usarlo en el día a día para poder atraer a más personas con su poder de seducción.

El gran efecto de la pusanga es que atrae completamente a la pareja que deseas, eleva la autoestima de uno mismo, te convierte en el centro de atención de las personas de ambos sexos. Y, por último, te convierte, también, en un buen amante.

Los efectos de la pusanga:

La pusanga original no tiene efectos contrarios como mucha gente cree, ya que no es un hechizo, ni tiene nada que ver con la brujería que si tiene efectos secundarios.  La pusanga solo tiene efectos de atracción hacia la persona que deseas, poniéndola a tus pies con deseo de amor y atracción sexual.

Forma de uso de la pusanga para el amor:

Este elixir mágico de los curanderos andinos es utilizado de la siguiente forma.

Ø  Echar unas pequeñas gotas en el cuello
Ø  De la misma forma, detrás de las orejas.
Ø  En el plexo solar, a la altura de las costillas
Ø  En la parte superior de nuestras partes intimas

Ø  Sobre la palma de nuestras manos.

Por: Michael Monzon